En este sentido, un hogar inteligente se puede definir como un sistema de comunicación en una vivienda, que permite controlar o monitorear aparatos y accesorios electrónicos de manera remota. Todo esto desde un celular, dispositivo móvil o incluso voz. Esto se traduce en grandes beneficios para los habitantes del hogar que pueden ir desde la conveniencia hasta ahorro de energía.
Por otro lado, esto también se traduce en electrodomésticos inteligentes como refrigeradores que pueden sugerir recetas con lo que hay en el refrigerador, aspiradoras que circulan por el hogar en búsqueda de residuos que limpiar o lavadoras que envían notificaciones al usuario cuando han terminado su ciclo de lavado.
En un principio, este tipo de productos no eran populares entre el público. Entre otras cosas, porque requerían cierto grado de conocimiento de la tecnología, así como para su instalación. Con el tiempo, la proliferación de teléfonos inteligente ha simplificado mucho la interacción con el usuario, así como su fácil instalación, han pavimentado el camino para poder comunicar cada hogar con dichos sistemas.
Aunque se han dado enormes pasos, aún queda camino por recorrer. Por ejemplo, falta tener un sistema estandarizado para la automatización del sistema y aparatos. Por lo que en este momento, no es posible saber si es una inversión o un gasto que se volverá obsoleto al cabo de unos meses.
Finalmente, también existe el tema de seguridad. Esto debido a que en ocasiones, el sistema puede ser vulnerable a ‘hackers’ que pueden hacer de las suyas al acceder a los aparatos y evitar que estos trabajen adecuadamente.
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